domingo, 21 de octubre de 2012

La vida en una embuerza

La Alberca. Dibujo de Cristóbal Aguilar,
 profesor y gran pintor sevillano.

Embuerza es, como nos dice el buen amigo y excelente poeta albercano José Luis Puerto en su libro " Cuentos de tradición oral en la Sierra de Francia": La porción de cosas que caben en el hueco de las dos manos juntas


Así que mucho no parece: apenas una bocanada de aire, un sorbo de agua fresca, un poquito de tierra dormida; y sin embargo... 

Y de ello quiero hablar hoy: de lo que entra en el cuenco de las  manitas juntas, y del aire, y del agua y de la tierra de la Sierra de Francia.

Nací en la Alberca, pero pronto, a los tres años, me trajeron a Salamanca a causa del fallecimiento de mi padre. Cinco años después, mi familia se instaló en Sequeros, donde pasé, como dijera León Felipe: "los días azules de mi infancia" , y añado yo: los violetas de mi adolescencia y los rojos de mi juventud. Luego marché y dejé que  otros lugares fuesen coloreando con sus paletas mis años: Andorra, Oviedo, Segovia, Burgos... 
Y nunca he vuelto, más que de visita apresurada,así que me he convertido en un serrano trasterrado, que no desterrado, que ésto último  implica la imposición de marchar, y lo primero es la melancólico estatus que se tiene al ser de una tierra y, por circunstancias,  habitar en otra. 

Y es que las paradas de los coches de línea de los pueblos serranos siempre tuvieron mucho trasiego, con gentes cargadas de necesidades y el semblante serio, y con aquellas maletas panzudas de cartón sujetadas con atijos para que no se destriparan, pues en ellas los viajeros parecían querer llevarse medio pueblo y su media vida.

Vendida la casa que nos albergó y los cuatro trozos de tierra de la pobre heredad, diré que ahora por allí ya no tenemos nada, y esto me entristece a veces. Pero otras me pongo a recordar el tendedero de mil sábanas de los cerezos en flor, y el olor del cantueso por las calles en el Corpus sequereño, y el agua afilada de las pozas del río en Las Casas del Conde, y las laderas de latón encendido en el otoño bajando en bicicleta a San Martín del Castañar, y el roce glutinoso de las jaras camino de las Quilamas, y el trozo de vianda que me diera un pastor remoto en la Hergüijuela, y aquella mañana que vendimiando en bancales de Villanueva del Conde vi la mágica estampa de Miranda del Castañar  despojándose de su sudario de niebla, y aquel beso frutal de una moza en las fiestas de Mogarraz...

Todo ésto bien poca cosa es, como humo flaco de sarmientos. Pero cuando esté a punto mi nave de tornar, sentiré tener que llevarle la contraria al maestro Machado, pues el día que llegue el destartalado coche de línea de la Parca al apeadero de mi hora, no iré, precisamente, ligero de equipaje. No llevaré acaso preñadas maletas con correas, pero en el cuenco de mis manos llevaré  entre todo lo que aún me queda por vivir, todo de lo que he hablado, y lo que el silencio me alberga; pues las embuerzas de los trasterrados no conocen fondo para guardar añoranzas.

6 comentarios:

Vicky Rodriguez dijo...

Leyendo tus palabras me acercas un trocito de nuestra tierra (que ya fuera nuestra) y se me vienen a la cabeza miles de recuerdos inhundados de nostalgia... Y también tristeza.. No todo el mundo puede entender estos pensamientos, sobre todo quién no conoce esa zona.. Pero yo te aseguro que por un momento he creído estar alli según iba leyendo... Gracias una vez màs por llenarme de emociòn... Una emociòn que se siente al poder sentir tu tierra.

Ángel de Arriba Sánchez dijo...

Esa nostalgía por la niñez y la tierra es lo que he intentado plasmar. Me alegro haberlo conseguido, aunque sólo sea un poquito.

Mercedes dijo...

Me has hecho volver a sentir el olor agrio de las cabras al pasar por las puertas de las cuadras, el de la leña en invierno, el frío que entraba por la nariz y se acurrucaba en el cerebro taladrando hasta el fondo. Me has recordado el sonido de los pasos por las noches sobre el empedrado, la alegría de la primera porra encontrada en la Dehesa (¡y mira que era pequeña y fea, pero la había encontrado), la de los niños desbordando las puertas de la escuela al terminar la mañana. He visto de nuevo la llamada del carro de la basura, aún tirado por caballería, y como los mayores se acercaban a él con tan pocos desperdicios que a mi me admiraba como reciclaban. He escuchado la llamada de la corneta del alguacil, de Antonio. O la vuelta de las cabras mientras pasaba la esquila de ánimas que llevaban a menudo Flora y Pili. He revivido la bajada a Mestas por los palos de la luz, las charlas al lado de la lumbre en casa de Tere la Chaparrina o con Ramoni. El tenue suido y la luz vacilante de las linternas de petaca de la esquila del mes... y tantos y tantos amigos, vecinos y momentos de mi vida en La Alberca. Gracias, Ángel

Ángel de Arriba Sánchez dijo...

Gracias Mercedes por compartir tus recuerdos. A todos nos pasa, y como quise decir en este artículo, son emociones tan sutiles y livianas que podría parecer que no tienen valor, y sin embargo...
Estoy seguro que la embuerza de tu memoria es inabarcable...
Un abrazo.

Teresa dijo...

Tienes chispa y eso lo trasmites en unos pocos párrafos. Sin ser una entendida de los libros y sus mil formas de expresar sentimientos, si puedo opinar como lectora y como tal, he disfrutado con la corta lectura, pues no solo ha sido amena sino que la curiosidad me pide conocer la continuación y desenlace de la historia. Buen comienzo, sin duda, un escritor en la sombra, pero un buen escritor. No abandones tu vocación, sin duda, vas por buen camino, sigue ...Soñando caminos.

Ángel de Arriba Sánchez dijo...

Gracias Teresa, tus palabras son el mejor refresco para este camino que vamos haciendo, pasito a pasito...
celebro que te guste y espero estar a la altura de tus expectativas.
Un abrazo.