jueves, 3 de enero de 2013

El azaroso reparto de los sueños ( Carta de Reyes Magos)




                                     La madurez significa haber recuperado aquella
                                     seriedad que de niños teníamos al jugar.
F. Nietzsche.



El año nuevo, VI.
Ilustración de QUINT  BUCHHOLZ.
Cada año, al llegar el mes de agosto, mi madre nos montaba en un destartalado coche de línea y nos llevaba  de vacaciones. 

El día de la partida era un día de alborozo porque  nos sacaban del colegio de las monjas para pasar un mes en el pueblo de los abuelos. 

Antes de seguir diré que escribo: “Colegio de monjas”, para no contar que era un orfanato, y que, en consecuencia, yo era un hospiciano. Pero como sé que no se lo dirán a nadie, lo dejaré escrito.

Sí, de regocijo era aquel en que nos íbamos, por todo el gozo que yo conjuraba para ese periodo estival, pero también de pánico, por el mareo del viaje, que ya conocía de otras veces; por el trayecto insufrible de ochenta kilómetros que nos separaban del lugar excitante que nos esperaba. 

Y es que yo no lo sabía entonces, pero el absceso al Paraíso, siempre ha tenido sus pruebas y sus ritos de paso. Y que la cabeza te diera vueltas y vueltas como una peonza, y que las curvas serranas te retorcieran el estómago como a un trapo de fregadero, era, ahora lo sé, el precio que había que pagar cada vez que quería entrar en aquella Arcadia de la niñez.

Agosto era entonces más agosto, como que el sol lucía más en sus días, como que las aguas de las fuentes estaban más frescas, como que las meriendas resultaban más sabrosas...Vamos: como les ocurre siempre a las cosas que están de permanente veraneo en la memoria.

Por lo demás, los agostos eran meses demediados. Esto porque pasábamos quince días en cada uno de los pueblos de los distintos abuelos. La última quincena solía ser en la de los paternos, en la parca llanura charra, muy diferente a la salvaje exuberancia serrana de La Alberca, donde habitaban los abuelos maternos.

Pero llegar al llano para pasar los últimos quince días traía sus ventajas, pues aquí tenía un montón de primos, y los primos un montón de cosas, y entre esas cosas estaban las bicicletas. Así que apenas se me asentaba la pena por el cambio, y las tripas se me habían encajado después del viaje, me cogía una bici de los primos condencesdientes, y como si me pegaran con la más fuerte cola al sillín, no me bajaba de ella en días.

Cartel de la estupenda película de
 "realismo social" EL LADRÓN DE BICICLETAS,
de Vittorio de Sica.
Y tan realismos; y tan social...
Pero cada año sucedía la misma fatalidad, y ésta que por los senderos llanos, anchos y largos de aquellas tierras, tenían por costumbre caminar malas gentes. Así que uno de mis tíos me decía cualquier mañana con cara acontecida, que unos chamarileros, o vagabundos, o gentes de mal paso e intención torcida, habían llegado desde en la noche, entrado en la casa y robado todas las bicicletas.

¡Mira que es mala suerte!, me decía yo cada año como queriendo engordar mi fastidio de por sí bien obeso, que sólo se  lleven las bicicletas de la casa, y ni una sola de los demás niños del pueblo…


Y volviendo ahora del verano y de la infancia de la evocación,  a estos días inaugurales del año, diré que hace tiempo que siento que alguien me ha robado las Navidades, como si poniéndose  la noche por antifaz, entrara en mis días y se las llevara bajo el brazo como si se tratasen de brillantes y deseadas bicicletas.

Así que al igual que antaño me quedaba el resto del verano viendo a los demás chavales dar lascivas vueltas con sus velociclos al viejo frontón, veo dar hoy vueltas a las horas,buscando sin conseguirla, la alegría que parece invadir la ciudad.

Estos años es fácil identificar a los ladrones en  la crisis, en la gente de mal paso y largos bolsillos de la economía, en las grandes tijeras de los sastres de la política y en los desastrados andrajos que nos están cortando...

Sí, esta vez tengo fácil encontrar culpables del robo de mi descolorida ilusión navideña, aunque sé que es un disculpa fácil, pues aunque ellos trapichean con todos los bienes, es condescendiente achacarles mis errores y dejar que se apropien de lo mejor de mí: la capacidad de evocación, como me dicen, si duda de manera bondadosa, algunos de los lectores de esta bitácora.

Y a pesar de todo, no puedo por menos que sentir el renovado brío del inicio del año, de conjurar nuevas epifanías, de prometerme días de maravilla como en la noche de vísperas de un verano infantil. 

Recuerdo las cartas dadas a las monjas de mi infancia para la noche de Reyes Magos. En ellas, cada uno de los cinco años que allí estuve interno, solicité lo mismo: Una bicicleta, con barra,-añadía- que no sea de niña como la de la prima, y sobre todo, sin ruedines, que ya voy grande...


Una tarde de piscina de los "Chicos de la Resi".
Pocas veces he sentido tanta alegría,
como en aquellas aguas esmeraldas de la niñez.
En Salamanca, en "La Resi", como llamaban a aquella residencia, la noche de Reyes era, tal vez junto a la víspera de la apertura de las piscinas, la mejor del año. 

La recuerdo mágica, luminosa, ruidosa: como una inusitada pirotecnia de sueños.

Entraba en el colegio una fastuosa cabalgata de Magos cada año. Hacía el recorrido por los patios, ante la mirada alucinada de los niños, y entraban en el gran gimnasio donde las monjas nos recogían a todos, con gran energía. 

Allí, sobre una gran tarima central, sus majestades leían uno a uno, los más de quinientos lotes de regalos de otros tantos huérfanos.

Y escuchar tu nombre de boca de uno de aquellos seres tan deseados, era -lo diré aunque resulte cursi y repetitivo- mágico, y cuando uno oía el suyo, esperaba hasta escucharlo varias  veces,aunque los compañeros te molieran a empujones, pues la emoción y la incredulidad vuelve sordo al más pintado.



Con una de las monjas de mi
infancia, sor Isabel.
Subía luego uno ya, luminiscente como las bombillas de sus carrozas, ascendía las escaleras, recibía su paquete y se volvía a bajar aturdido.Pero antes sor Margarita, la Madre Superiora, como si fuese la cuarta Maga en aquel ancho trono, te arremolinara el pelo y te sonría, y acaso te guiñaba el ojo, y como era guapa y joven, y aunque uno no tenía que saber  de aquello, lo sabía, era también otro regalo.



Pero no llegó la bicicleta en ninguna de aquellas noches especiales. 

A lo peor era que los ladrones de los caminos se daban mucha maña y andaban por todas partes, y las robaban todas, pues jamás llegó trasto con ruedas para ninguno de los muchachos.

Así que ése era un enfado fácil de amansar y de quitárselo de encima, pero no lo era que al abrir el paquete de tus regalos, los Reyes no hubieran dado ni una. 

Y lo mismo nos pasaba cada año.

Se nos decía con antelación sobrada, que pidiéramos tres cosas por orden de preferencia, por si lo uno no podía ser, que fuera lo otro. Pero ni así, casi nunca a uno le acertaban el pedido. 

Así que no nos quedaba otra  que al día siguiente andar de trueque por los patios. Cada cual buscaba lo que le faltaba, y cada uno se desprendía de lo que le sobraba, hasta más o menos colmar los deseos expuestos en las notas entregadas, escritos con la escritura más esmerada que nunca.

Nos cambiábamos entre nosotros los juguetes recibidos: te doy mi escopeta por el balón de reglamento, o el “Exin Castillos” por los “Juegos reunidos Jeyper”, o la muñeca por las cocinitas…


Este invierno, casi cuarenta años después, he sabido la causa de la dislexia juguetera que cada cinco de enero cometían los Reyes Magos.


Consultando actas, Archivo de la Diputación Provincial de Salamanca.
Invierno de 2012.
Durante semanas he acudido a la biblioteca de la Diputación Provincial de mi ciudad,institución de quien dependía la extinta Residencia Provincial de niños de San José. 

Cada día solicitaba a las amables bibliotecarias, ver las actas de un año determinado. En esos grandes libros se recogen todos los asuntos gestionados por la institución durante sus 60 años de existencia.

En sus hojas están detallados todos las incidencias sobre la Resi: La acogida de niños en el centro, la salida cuando eran adoptados o los requerían los familiares, el presupuesto para ropa de los internos, el peso de la ración diaria del pan, los expedientes disciplinarios a algunos celadores por su brutalidad, o las innumerables fugas de los muchachos…

También, en los primeros folios de cada volumen, se detalla el presupuesto para la cabalgata de Reyes del año en cuestión,con sus correspondientes partidas de vestuario, actores, locomoción... El montante de cada cabalgata solía rondar las cuatro mil pesetas. 
Le siguen varias hojas manuscritas con docta caligrafía, relacionando los juguetes donados por comercios, instituciones y particulares para regalar en esa noche a los huérfanos. 

A menudo hay una nota junto al artículo donado describiendo el estado en que se recibe: 

“50 balones de cuero y 20 pelotas de goma, donadas por... Usadas, pero en buen estado para el juego”.

Ahora, al conocer esto, me imagino a las monjas nuestras, allá, en sus cuartos clausurados, corriendo de un lado para otro en la semana anterior de la gran noche. Allí acuden después de sus labores para con Dios y para con los hombres, y pasan las horas de la noche afanosas, con un inmenso montón de notas sobre una mesa, de donde cada cuál va tomando una y comienza a preparar ,hasta que llamen a maitines, lote tras lote, con lo que habían recogido aquel año,con lo cosechado acá y allá para sus niños. 

Imagino a las mujeres haciendo los paquetes de regalos que cada uno recibíamos en la noche más especial del año, y por entonces, de nuestras vidas. Intentan, despues de todo, colmar en lo posible los sueños de las criaturas.

También he sabido la causa de las misteriosas sustracciones de las bicicletas de mis primos, aquellas que cada verano se llevaban los maleantes de los caminos.

Siendo ya un mozo, en una de mis visitas a la abuela, ésta me enseñó un recóndito cubil de la casa donde las escondían hasta que regresáramos a la ciudad, pues era tanto en brío que mis hermanos y yo poníamos sobre los trastos que terminábamos por destrozarlas. 

Y que en uno de aquellos veranos le maté en una rabieta a su mejor gallina, la que era la alegría de su corral, la más ponedora, la envidia de la población, también me lo dijo la mujer. 

Y que alguien que llegó a vivir más de noventa años te lo repita cada vez que la ves,y fueron muchas,eso sí que puede resultar una benévola pedrada...

Pero así supe por primera vez, que esos retortijones de las tripas de la conciencia, y ese mareo que te produce el recordatorio de los demás, es el precio que hay que pagar por matar la ilusión a los otros.


Juego de los Niños de La Resi. Circa 1960.
Fotografía de los fondos de la Diputación Provincial de Salamanca.

En la Resi poco nos duraban los juguetes de la noche de Reyes, pues a las pocas semanas quedaban más rotos que una gallina apedreada. 

Pero era igual, pues nunca faltó por sus patios el bullicio de nuestros juegos, pues teníamos, sin haber escrito carta a mago alguno, el mejor juguete: nuestra insobornable ilusión.  

Y con ésta,con la ilusión poco ilusa que muestran los niños, cualquier cosa, hasta un trapo enrollado al que dar patadas, cuando ya no nos quedaba balón que romper, servía para nuestras nobles y serias ganas de jugar.

Cartel publicitario
Ink & Feather Zeiss & Co, Berlin (1896)
Y ahora, en esta especie de carta, este escribidor solicita de los Magos que no le falte imaginación, ni tinta, ni papel, ni osadía traviesa para jugar por el patio de este blog.


Y para todos los que esto leyeran, pide que la vida acierte a concederos los deseos que les halláis pedido para este año, y para la próxima Noche de Reyes. 

Aunque ya sabéis que no siempre los dadores aciertan, que se embarullan, sin mala intención, concediendo lo que unos pidieron a los otros que los reciben contrariados, o, por escasez, dejando muchas peticiones sin satisfacer.

Ocurre también, que  a menudo a los regalos que la vida reparte afanosa, pero apresurada, conviene ponerles la nota: “Usados, pero en buen estado para seguir jugando”…


Juegos en la Plaza de la Alberca. Foto de Luis Cortés. Circa 1960.

Sin embargo, en la  interrelación, en los múltiples trueques de lo que a cada uno nos ha dejado la experiencia, en los intercambios afanosos por los patios de juegos del día a día, está la solución: pues seguro que en nuestros momentos de juego serio logramos enmendar el azaroso reparto de los sueños que vemos por todas partes…


Para cada uno de los cerca de 43.000 lectores que este blog ha tenido desde su inicio, el 11 de octubre de 2012, y para ti,por supuesto, que vienes por primera vez...


Después de todo, si se persiste en la ilusión,uno termina por encontrar su bicicleta...
Con la mía,inseparable compañera, sobre el "Arapil Chico", Arapiles (Salamanca).













4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu cuento, me ha hecho retroceder bastantes años atras, por aquello de la ilusión de la noche de Reyes, y que felices nos sentiamos, me gusta como escribes. Saludos.

Ángel de Arriba Sánchez dijo...

Gracias Amiga, y me permito decir "amiga" porque creo adivinar tu identidad...Te agradezco tu comentario que siempre es motivador, pero sobre todo me alegro mucho que guste mi relato, y de que por un instante te sumerjas en la Ilusión buena y nutricia de la infancia...Un abrazo, y espero seguir acertando con mis relatos, y esto sólo significa que los demás los aprecien; y entonces esto será un permanente regalo de "Reyes Lectores"...

Monse Sánchez Abad dijo...

Me ha gustado mucho tu cuento, deseo para tí todo lo que has pedido pues creo que redundará en beneficio de tod@s tus lector@s. Un abrazo.

Ángel de Arriba Sánchez dijo...

Gracias Monse me alegra que te haya gustado, y me aportan ilusión las palabras que aquí dejas, y ganas de hacerlo mejor.Para ello que oigan y concedan tus buenos deseos, pero con una condición: que por cada sueño que se me conceda a mí, sepa devolverlo duplicado a los demás...Un abrazo, amiga lectora.