Cartel de la película "Qué verde era mi valle", de Jonh Ford, 1941. |
Hace unos días me dio por
tomar de mis estantes un libro que tenía ya olvidado.
Era una de esas tardes de
tiempo variable, de esas en el que el sol hace striptease entre
las nubes: ahora te enseño un poco de pantorilla, ahora no; ahora me quito el
batín nuboso y muestro la tableta de chocolate de mis
chichas, ahora no…
Yo, como el tiempo, no
sabía qué hacer, qué música escuchar o siquiera si quería oír algo. Ninguno de
los libros empezados me sujetaba la lectura, y, como se decía antaño: no sabía
si quería echarme criada o ponerme a servir.
En fin, que tenía la tarde
tonta, o, tal vez, que estaba tontamente en la tarde.
El libro olvidado desde
hacía años en la estantería, era una recopilación de artículos de Fernando
Savater, editado en 1995, y que recogía lo más significativo de su producción
hasta esa fecha – según el criterio de Héctor Subirats, que es quien los ha reunido- desde el año 1970.
A Savater lo leía mucho en
aquellos años noventa, sobre todo sus artículos dominicales en EL PAÍS, y el
hacerlo, era para mí como una
prescripción facultativa. Luego, no sé por qué, dejé de leerle, y poco me
interesaron sus incursiones literarias en la maquinaria del premio Planeta.
Ahora creo que fue porque empecé a leer a José Antonio Marina y su “Elogio y
refutación del ingenio” y los libros que le siguieron, y será porque como en
cuestión de amantes, los filósofos, me gustan disfrutarlos de uno en uno.
De Fernando Savater me atraen muchas cosas: su ironía, su
frescura, su vitalidad, su pasión equina… Sí, muchas cosas me siguen gustando
de él, muchas, menos sus camisas estampadas.
Así que esa tarde que se
me presentaba bobalicona, la disfruté picoteando aquí y allá los textos del
filósofo despechado. Y disfruté mucho
con el irregular destape de pensamientos que el autor hace en sus obras: ahora
un poco de humor, ahora no; una profundidad de Spinoza, ahora no…
El último de los artículos
se titula “Lo que queda de mí”, y resulta una encantadora y lúcida cuenta que
el de las gafas nada discretas hace de sí. Él mismo se define con una frase de
Hölderlin: “Quien ha pensado lo más profundo, ama lo más vivo”. Frase esta última en cuya ventanilla llevo años haciendo cola para asentarme, como un forofo para su equipo, o una joven su grupo de música.
Luego, Savater, sigue contando:
Libro de Fernando Savater, Espasa Calpe, 1995. |
<< En una película bellísima de John Ford ,“Qué verde era mi valle”, el padre de familia ha regañado en la mesa con los hijos mayores y todos se han levantado airados y se han ido; queda el hijo menor, de nueve años, que no ha participado en la disputa. El pequeño carraspea y hace algo de ruido para atraer la atención de su padre, que le dice: “Sí, hijo, ya sé que tú sigues ahí”. Es lo que me digo a veces a mí mismo, al despertarme con resaca, en la alarma o el dolor, cuando ella se va, en la cólera, en la impotencia, en el ridículo: miro hacia el rincón en donde aún sigo dentro de mí, siempre niño, y digo “Gracias por estar ahí”. >>
Y
como lo ha dicho el “doctor” Savater, pues nada- me digo- a la farmacia…perdón,
digo al videoclub por la película que desconocía.
Recuerdo
que en los años ochenta se emitió por la televisión una serie de dos o tres
capítulos en la emisión de las diez de la noche, hora desacostumbrada para los
chicos de la Educación General Básica. Lo recuerdo porque estaba entonces en 5º
de EGB y el maestro nos la mandó ver
para que le presentásemos una redacción de la serie. Pero yo no lo hice, por,
cómo decirlo: razones técnicas transitorias. No sé qué trastada habría
preparado aquella vez, pero mi receta era no ver la televisión en una
temporada, y en casa se dijo que ni verdeces ni valles ni tu tía. Pero yo,
aunque era una pieza de cuidado, las cosas del cole me las tomaba muy a pecho,
así que hube de improvisar para presentar aquella redacción. Ya no recuerdo
cuántas canicas, o cromos, o chocolatinas de la merienda hube de apoquinar para
que un compañero me contara cada capítulo y poder hacer la redacción, o me
pasara la suya.
Aquella
ha sido la única vez que he plagiado, lo juro.
Estuve
tiempo intentando asentar el galimatías que me contaba mi amigo de lo que había
visto, una narración del tipo: entonces fue y dijo…y luego va e hizo… y así
todo el rato, y no había manera de hacerse una idea de la trama.
Así
que le pedí a una compañera, Susana, la más bella de la clase, me dejara su
escrito. Diré que no me acuerdo de lo que hube de hacer a cambio, y lo digo
para no tener que contarlo.
Recompuse,
para que no se notara, lo que la niña de mis ojos ponía con su floral caligrafía,
con sus circulitos lindos sobre las “ies”. El maestro me dio un cinco raspado y
de mala gana, acaso por las rentas que le tenía ganadas de anteriores trabajos,
y me miraba con extrañeza y para mí que
se lo olió; sobre todo cuando interceptaba las mariposas de la mirada entre
Susana y un servidor.
Así
que visto lo visto, no he vuelto a plagiar, pues para lo que me cundió.
Fotograma de la película "Qué verde era mi valle", de Jonh Ford, 1941. |
Ayer
vi el filme de John Ford. Saqué el disco de la biblioteca si mucho interés, lo
confieso, pues pensaba que sería de esas películas en blanco y negro, de los
años ahumados de los cuarenta, con doblaje chirriante, pesadas, lacrimosas y en consecuencia barrosas
de los anales de Hollywood.
No
se me entienda mal: que a mí, como buen tipo raro, me gustan películas antiguas
como “Ciudadano Kane”, “Casablanca” , “Qué bello es vivir” y otras. Pero sobre ésa, a pesar de la recomendación
se Savater, me había creado malas expectativas, acaso porque la memoria es
desdeñosa con los plagios; por aquello que ha de almacenar a regañas por no ser propio.
Y
sin embargo, es de las películas que ya desde los títulos de créditos me
encandiló. Acaso sea una exageración de escribidor, pero no muy extensa, pues ya
desde la primer escena, en el que aparece el protagonista envolviendo sus cosas
en un paño que, nos dice la voz en off, era con el que su madre iba al mercado,
me ganó la cinta. Además, enseguida aprecié que la película, del año 1941, no
era en blanco y negro, y tampoco en color, sino en un elegante gris perla de
traje diplomático y bien cortado.
El
filme dura unas dos horas, pero tardé cuatro en visionarlo, pues a cada poco
había de retroceder para volver a oír de nuevo una frase, ver una escena, o
investigar el embrujo que me estaba produciendo; un poco como cuando de niño le
destripaba a mi madre los relojes despertadores para apresar la magia de su
interior.
Luego,
los pequeños duendes de internet me han ido contando los secretos técnicos de
John Ford. Entre ellos, me dicen, la causa de que la mirada quede prendida de
las imágenes, y es que el director nunca utilizó la cámara tan baja, a ras del
suelo, como en esta obra. La cinta ganó 5 Oscar, y le ganó, quitándoselos aquel año, nada menos a "Ciudaddano Kane" del mágnífico Orson .
Pero
vayamos a contar la trama de la película en cuestión, que si no, me da, esto va a tener poca chicha. Empiezo y espero no decir aquello de entonces fue y
dijo…
Resumiendo: la trama se centra en la vida de una familia numerosa, mineros ellos, mineros
en el Gales del carbón en el siglo diecinueve. La historia la cuenta el hijo
pequeño, rememorando los tiempos idílicos de su niñez en el valle minero. Vida dura,
pero vida bella como hacemos de toda
vida que se nos fue. Un padre autoritario pero magnánimo, una madre sacrificada
y solícita. La voz nos dice: “Si mi padre era en la casa el cabeza de familia,
mi madre era su corazón”. Y es que así devienen todas las familias en el
recuerdo.
Todo
va bien a pesar de tener que entrar cada día en las fauces de la tierra a
buscar el pan. Mineros cantarines, bebedores, un poco brutotes y bonachones.
Vida, en fin, sencilla y nutricia como miga de pan candeal.
Pero
en una escena, la dirección de la mina pone un cartel anunciando recortes de
sueldos. Aquí llega la división generacional en la familia de los Morgan. El
padre transige, quita hierro, como consienten los que no quieren que la apacible realidad que tanto les ha costado
labrar se tuerza. Los hijos porfían, se rebelan, combaten, como los que forjan aún el suelo donde reposar. De ahí
sale la escena de la que habla Fernando Savater, la discusión en la mesa, cuyos
planos son realmente soberbios.
Fotograma de la película "Qué verde era mi valle", de Jonh Ford, 1941. Anuncio de recortes de sueldos. |
¿Qué
ha ocurrido? Pues que en otras partes han cerrado fábricas y al verde valle
llegan obreros que rebajan sus sueldos. Nada vuelve a ser igual.
Siguen
los cantos corales de los hombres, siguen las jarras de cerveza en las manos,
siguen los quehaceres cotidianos, pero cada vez hay que rascarles más las
entrañas para que aporten el antiguo y alimenticio sentido.
Semanas
de huelgas,
días huecos de paro, la derrota y el regreso a la mina con menos
sueldo. Al final los despidos, al final, como siempre, la emigración a la
prometedora América.
No
sé si os haréis una idea de la película con lo que cuento, para que hagáis
vuestra redacción, pero en todo caso, os perdono las canicas y los cromos.
La
película es un canto al pasado, que nunca fue tan idílico como lo recordamos.
Yo
soy ahora uno de los casi seis millones de parados de este país, y miro a los
años cercanos y sé que tampoco fueron tan buenos como se nos han quedado en la
memoria, y sin embargo, vistos desde aquí…
Entro
en las administraciones y veo a los funcionarios dolidos, un poco displicentes,
porque les quitaron la paga extra de Navidad. Entro en los comercios y noto un
poco de rabia a los dependientes por tener que correr más por faltarles
compañeros. Entro en los bares y el camarero me mira mal porque ya no rebotan
las rondas, y en los restaurantes, si he de ir, porque no les pido postre y
vino de la casa. Entro en la consulta y la mirada de mi médica me pone malo
porque he cogido un vulgar resfriado, así que me curo en salud y me voy a
adolecer a casa. Entro, en fin, en la biblioteca a pedir una vieja película de
Jonh Ford, y me parece que la otras veces tan amable mujer, ya no me sonríe
cuando me la da.
Y
esto no tiene pinta de cambiar.
Y
mirar hacia atrás tampoco me consuela, pues yo fui el que dejó los valles y las montañas, el que vio a su madre desanudar el pañuelo
en la madrugada y darle un billete de
quinientas pesetas azules de Zuloaga, y aún la veo a veces deseándome suerte a los pies del coche de
línea de la inmigración.
Y nunca me he visto volver a aquella casa, de familia numerosa, en donde
los días no fueron tan buenos como las recuerdo. Y yo fui aquel que hubo de
olvidar la perfumada caligrafía de Susana, y dejarla allí, para siempre en la
niñez, mandándome mariposas moribundas con sus ojos.
Y
ahora soy el que mira atrás, con un monólogo en off, el que escucha desde lo
último de la mesa como el gobierno regaña con los sindicatos, y los sindicatos
con los empresarios, y los empresarios se llevan sus millones a Suiza, y los
Suizos hacen relojes baratos, y los duques crean institutos poco nobles, y el señor Rodríguez Rato, aunque ahora está en
Telefónica, no me llama nunca para decirme qué está aún por venir, aunque quizás es mejor que no lo haga...
Y
hago ruido y carraspeo, y pienso en las Américas para bajar a las fauces de la
lejanía a buscar el pan.
Pero
no espero de nadie que me diga, ya sabéis: “Sí, hijo, ya sé que estás ahí”.
Ilustración de Soizick Meister. |
Nunca había tenido yo la cámara de mis expectativas tan a ras del suelo, para filmar las escenas de la película que nos toca vivir.
Ahora soy el que me tengo que decir a mí mismo, como me enseñó Savater en una tarde destemplada, que sigo aquí, que soy el que murmura con
nostalgia, como tantos: “Qué verde era mi nómina”, el que tiene que callar
ya y, a pesar de todo, seguir andando.
6 comentarios:
Malos tiempos Angel.Yo también tengo que escuchar comentarios como:no te quejes, que eres funcionaria,gracias que tienes trabajo,si hay que trabajar mas horas y si te van a quitar las pagas extras(aquí dos veces no la han quitado y encima nos cobrar un IRPF de lo que nos han quitado .............).No saben de los años que he tardado en tener una plaza,después de pasar numerosas oposiciones,aprender el catalán para poder trabajar y pasar unos exámenes de diplomado para arriba,de gastarme media paga en hacer cursos, que luego, algunos no valian para nada,de hacer viajes a Barcelona para presentar papeles,éste no vale, vuelva usted mañana, aparte de tener que arrastrar unos apellidos aquí mal vistos y la frase irónica siempre de TU NO ERES DE AQUI,en fin no me quiero estender.A mi nadie me ha regalado nada,todo ha sido la consecuencia de un gran esfuerzo de años.No me quejo,bajo las orejas y callo y me doy la vuelta porque soy como un montón de españoles y españolas que tiene miedo a quejarse,porque tenemos hipotecas,préstamos y hijos que mantener, a los cuales hay que alimentar.No me gusta mi pais pero me aguanto,no me queda otra,a pesar que en el fondo puedo estar contenta,aún puedo levantarme todas las mañanas y tengo el privilegio de decir,buenos dias, me voy a trabajar.
Es elogioso tu esfuerzo durante años por conseguir una plaza opositada. Bien lo sé: yo mismo lo hice. Estás en Cataluña, amiga anónima, como, más o menos estuve yo. Pero te has sabido defender y establecer. ¿Qué te voy a contar de la vida que no sepas...? Este escrito es sólo una aproximación literaria a lo que ocurre, si es que ocurre, pues si no, son sólo palabras, palabras...ya sabes, esas que son de las pocas cosa que curan el alma....
Dura realidad la que nos toca vivir, Ángel. Por muchas carrera y mucho estudio que tengas está muy difícil conseguir trabajo. Si eres joven te piden una experiencia que no tienes y si eres mayor te piden juventud... Por desgracia el argumento de películas como ésta, basado en el S XIX sigue muy vigente hoy día.
Un saludo
Miguel Ángel
Gracias Miguel Ángel por tu aportación. Sí, es duro esncontrar trabajo. Tengo para mí que el modelo está agotado, que al igual que la sociedad del XIX hubo de olvidar el viejo sistema de producción con la Revolución indistrial, y los de finales del veinte con la Tecnológica y digital, en estos tiempos de Globalización no sé que sistema será para que tengamos trabajo todos. ¿Será como el servicio militar en Suiza y otros países, que van un mes al año cada ciudadano? ¿Así la renta de un país se divirá entre sus ciudadanos e iremos a trabajar por turnos un mes cda uno mientras compromos las cosas a China y las Asias emergentes...? BIen será así "entavía", y no como ha sido costumbre de organizar una guerra para no ya aligerar, sino suprimir nóminas. Un abrazo, amigo.
Muy buena entrada, nos ha gustado. Gracias.
Me ha gustado, pues soy un incondicional de la película, para mi una de las diez mejores de todos los tiempos. Buen análisis, gracias.
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