martes, 23 de junio de 2015

En los tiempos del potasio



Con el permiso de María, de Ucrania, y con mi respeto y empatía.

Iba yo a comprar el pan…
Inicio de artículo en "A la sombra de las muchachas rojas"
 Francisco Umbral

Vamos a ver cómo cuento lo que sigue sin resultar pastelero.

Iba yo una mañana de no hace nada a papelear por la administración, cuando me vi comprando pan. Las oficinas a donde se me había convocado para la trilla de mis asuntos ciudadanos, era en el nuevo edificio de La Junta de Castilla y León en Salamanca, allá en el popular barrio de La Prosperidad.

El verano ya había hecho sus anticipados pactos con los aires, y a las diez ya enseñaba el sol su bastón y se enseñoreaba en el pleno municipal del día.

Acudía yo con pocos ánimos, y esperaba un tiempo anodino de cola en una sala de esas de las administraciones que se obstinan en ser antipáticas  a los ciudadanos (qué les habremos hecho), con el número de carnicería en la mano, viendo pasar gente por las mesas funcionariales, como cuando de niño contaba las vueltas a la parva en la era.

Iba desganado, ya se sabe, pues presuponía que de mis gestiones poco sacaría, que de mis venteos de  papeles con los aires administrativos, no me llevaría más que mucha paja, y poco grano.

Ocurre que en el preciso lugar donde este moderno y suntuoso edificio de los servicios centrales de nuestro gobierno regional, está donde escarbaba felizmente la tierra las piscina grande del colegio donde me crié desde los 3 a los 8 años.

Aquello, hay que decirlo, era un colegio, puesto que colegiados andábamos allí los 500 huérfanos provinciales, pero la ciudad lo conocía como el Hospicio, el Orfanato que está junto a la cárcel, o la inclusa, que decían los más añejos y los mal dichos.

Las monjas, benditas sean, que eran las que sustentaban aquello entre rezo y rezo, en su afán de zurcir los rotos del mundo, lo llamaron Residencia Provincial de Niños de San José.

Y nosotros, los internos; niñas de floreo tardío, y niños rebeldes y recios como los espinos: La Resi, la decíamos, y así la seguiré llamando por estos patios de letras por donde te entretengo.

Y sí, toda aquella zona que ahora nos ha mudado la cara y se da aires de modernidad, eran nuestros patios de barro, y donde da hoy el do de pecho el auditorio del CAEM (Centro de Artes Escénicas y Musicales), nuestro campo de fútbol de “Las arenas”, el mejor, en el que jugaban su liga ciudadana los mayores. Y una tapia circundaba todo aquello, y tras la tapia un camino que llevaba al Tormes, y la otra tapia de la antigua cárcel( hoy el Museo DA2)  y la distancia, y la noche donde en las altas horas nos asustaban las voces de los centinelas de las garitas: ¡Las dos y sereeeenooo…!

Uno de los días más esperados era cuando a mediados de junio se abría la piscina. La primera tarde en que, después de la siesta, las sores nos acercaban a esos lagos de maravilla, todo era velocidad, vértigo, y nos zambullíamos sin consenso en las aguas esmeraldas del deseo, como ahora se zambullen los asuntos regionales en las estancas albercas de los negociados  administrativos.

Piscina grande de nuestra Resi, ca. 1960. Foto de los fondos de la Diputación Provincial de Salamanca.
Pero volvamos al día  en que yo no iba a comprar el pan.

Resulta que me demoraba por aquellos territorios de mi infancia, y donde ahora hay un tremendo bloque de pisos, yo colocaba la nave de nuestros dormitorios, y la pista de tenis y de patinaje, y la de voleibol de las chicas, y la capilla, y todo lo demás de aquellos tiempos ya traspapelados.

Donde estaba nuestro salón de recreo de los días de lluvia, y donde nos proyectaban cine los domingos, y veíamos aquella televisión vespertina de Chiripitifláuticos, hoy es un supermercado muy bien surtido. Cuando ya me había decidido a volver a la realidad y hacer mis gestiones, un reclamo me paró. Era una voz débil, y en ella iban unas frases trabadas, a trompicones parecían llegar como música de serruchos, como de trillo desdentado por la era del aire. ¡Dame algo, por favor, una limosna que Dios te lo agradecerá!, era lo que me decía una joven sentada en la acera con la mano extendida y una mirada lastimera.

Díselo; y como andaba yo en ternuras de recuerdos, pregunté si era posible hacerla una foto. Asintió. Me agaché en la larga pasarela de baldosas, y apresé con mi cámara el helado desfile de mi modelo.

A veces, caigo ahora, crecen en las aceras sombras de muchachas si flores.

Al fotografiarla, no sabría decir si pensaba en que en mi acción  había sentimiento, motivación engreía, empatía, o tan solo puro y disimulado morbo.

La gente pasaba y ella extendía su mano para recogerla igual de vacía. Ella se quejó de su poca pesca, y luego, echándome las redes oceánicas de su mirada, que diría Neruda, me dijo que tenía hambre, que le comprara algo, e igual que las monedas, pidió que el Señor se lo apuntara, que en un tendero muy atento y generoso con su libreta de los fiados.

Así que me puse a pasillear en el supermercado y compré el pan de marras.

Y no pude evitar mirar a la sección de frutería donde antaño estaban los grandes servicios del orfanato. Allí nos metía mi madre huyendo monjas, pues ella trabajaba de limpiadora en nuestra Resi. Y cerrando la puerta de una letrina, nos daba del frasco del calcio blanco, que era bueno para los huesos, o llenando un vaso que se traía envuelto en un pañuelo en un bolsillo de su uniforme, echaba una pastilla, y nos hacía beber el fluorescente líquido naranja que tenía mucha vitamina C; o pelaba los plátanos, lujo de aquellos tiempos, y nos decía: “Comed plátanos, que tienen mucho potasio”.

Con el permiso de María, de Ucrania, y con mi respeto y empatía. Salamanca, 16 de junio de 2015.
Entonces compré medio kilo de la fruta canaria. Me pareció ver una sonrisa en la joven cuando le di mi compra. Que se llamaba María, que era de Ucrania, me decía mientras santificaba el pan con sus labios.

Una señora se paró para decir que qué tontería, que todos eran una mafia, y que más les valdría que se pusieran a trabajar, o que se fueran a su país. Y un anciano que pasaba más lento que su sombra tan sólo me sonrió, y entendí mejor su callada plática.

Yo en estas cosas no quiero entrar. Solo cuento de un día que iba yo a hacer papeleos.

Y que le pregunté si le gustaban los plátanos, y que me dio un sí muy campanero, y que le dije una frase que tú te sabes…, también os lo contaría, pero mira por donde que he prometido no ser pastelero.



Publicado en el periódico digital
Salamanca Rtv al Día,
miércoles, 24 de junio de 2015


Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes



Gracias, María, por el instante de significado.






sábado, 13 de junio de 2015

El pacto de los ríos

Cangrejo azul apresado en el río Tormés, Salamanca, España, por un grupo de amigos
el domingo 7 de junio de 2015. Foto original.

"En río revuelto, ganancia de pescadores..."
Refrán, dicho, o cosa popular de las españas.



Hoy se resuelve en nuestro país el parto de los montes electorales del pasado mayo.



Hasta aquí ha estado la cosa de colores: Que si el rojo, que si el violeta, que si anaranjado es el amanecer, o que si el azul que sobreabunda.Y casi todos nos hemos sentido en esta ruleta multicolor un poco iris,pero sin arco, y sin fechas ya también para decidir, ay, lo que quisimos contar en la página de las peceras..., perdón, digo urnas electorales.



En nuestra ciudad, Salamanca, esto ha resultado muy notorio, al tener que jugar su partida los cuatro en liza en los azares de la ruleta de los pactos (PP: 12 concejales, PSOE:7, Ganemos - coalición en la que se encuentra Podemos-: 4 concejales, y Ciudadanos, otros 4 ) .


Y en esto, mira por dónde, que a la fauna de nuestro río, El Tormes, también se le ha ocurrido  enseñárnos nuevos cromos.

Ocurrió el martes pasado en mi barrio, El Zurguén. En la cuadrilla hablamos todavía de colores, pero sólo de blaugrana tricolorado de laurel, y del pálido merenge Bernabeu. Y en esto, que me cuentan que el domingo día 7 se había abierto la veda, y que tres de ellos se habían ido más arriba de la Aldehuela a pescar cangrejos.

Cangrejo azul apresado en el río Tormés,
Salamanca, España,
por un grupo de amigos

el domingo 7 de junio de 2015. Foto original.
A mí, por si lo preguntas, también lo que más me gusta de estos crustáceos, es la salsa, como a ti, y me desagrada, el andar en tanta rebusca ósea, como en política, para lo poco que nos untamos en el pan de cada día.

Pero, además, podría admirar el andar acorazado de las formaciones, lento,a veces hacia atrás, pero nunca retrógado, y siempre bien pensado; y odio el afán depredador, carroñero, que como me dice el otro, gustan de practicar  estos crustáceos de la estación de las urnas.

Y que no me hables de política; me dice Eustaquio, de 49 años, y con cuatro en el paro, ese lecho fluvial donde no queda más que arrastrarse, sin posibilidad de que le pesquen a uno. Aquí debería ir otro “ay” inspirado y resentido, sin exclamación alguna, pero no lo pondré, que anda cara la tinta.

Y la tinta en la que andábamos los de la cuadrilla en la barra del bar, y la salsa rica de nuestro ratillo, iba a ser que estos tres se habían topado con un cangrejo totalmente azul. No el pardusco autóctono que hace ya que anda extinto como tantas ilusiones, ni el rojo americano que tiene todo fango conquistado; si no azul, muy azul porcelana. Era, me aseguraban, un especimen de un color inaudito, raro, de los que nadie había visto, como también es raro y casi nadie ve como los billete de quinientos euros.

No voya a poner aquí las cervezas que hicieron falta para que bajaran la pecera donde lo tenían. Pero la bajaron, y decían verdad, en esa urna de seres presos, la criatura lucía como luce un  cielo límpido después una lluvia desahogada. 

Que puede ser alguna bacteria que les haya entrado, o tal vez una especie invasora de esas que se sueltan en los ríos cuando se enfrían los regalos adquiridos en las tiendas de las mascotas, me dijo un amigo técnico de la Confederación Hidrográfica del Duero al que llamé. Y uno, que anda mucho por internet, nos dijo que en Estados Unidos hay un río en Florida, en el que todos los cangrejos son de azules presencias.

Y es que, lo que no haya en USA, no lo vayáis a buscar a parte alguna, dijo el otro.

Y la mujer del bar, la amable guisandera de las pescas y cinegéticas de la pandilla, erre que erre..., y que no, que nada de que guisara ella los bichos si eran azules, que a ella le gustaba los colores que debían de ser, y que , aunque no hacía ascos a la nueva cocina, no era de cosas raras ni de fusiones en sus fogones.

Y entonces yo salí con aquello de que en la cocina, como en política, todo sabe a los perejiles de los acuerdos, y a las especias que como explicaciones de atril, en directo o en diferido, tú les quieras echar a las salsas que se pacten en las cazuelas de los despachos.

Foto. Idem las anteriores...
Y es que ya sabes: ha habido en estas semanas mucho guisoteo político en nuestra ciudad, como en toda España, y en algunos de los platos salidos de la cocina, me río yo del Adriá. 

Aquí, en Salamanca, ciudad de plateresca cocina, querían una propuesta de ensalada roja con frutos de mar, pero no pudo ser, y al final volvemos a lo conocido de la cocina tradicional, que no serán las "patatas meneás", dice uno más.

Y en este guiso de colores que hemos tenido en el río ciudadano de nuestra ciudad, hoy tendremos alcalde sobre el mantel de nuestras calles, que será el que era ayer.

Y ha sido al final el blanco quien resuelva el color de la salsa municipal ( Alcalde del PP con la abstención de ciudadanos).

Será porque la harina siempre es buena para el rebozo de la tajada principal.

Y para espesar la salsa, dice la cocinera que no nos quiere guisar.

Y todo eso pasaba mientras, ya lo veis, en nuestro Tormes a los cangrejos les daba por andar también en pactos de color.

Y pienso que el panorama de nuestros ríos patrios seguirá de color revuelto hasta los nuevos pactos... Que serán los de la Moncloa, pero no aquellos de la Santa Transición que rublicara el maestro Umbral, no, sino por los del butacón del palacete madrileño, para el el cuál, digo yo, se abrirá la veda, en los aún lejanos días de nuestro otoño.

Y para el que ya, ay (y van tres), preparan  con vistas sus cestas los pescadores de votos revueltos, sí, y como traen las aguas: multicolores.


Publicado en el periódico digital
Salamanca Rtv al Día,
sábado 13 de junio de 2015

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes





martes, 9 de junio de 2015

El sabor de las aguas todas

Pensando en el   A-G-U-A , que el día 5 de abril de 1887
le manó en la mano a Helen Keller
por mediación de su maestra Anne M. Sullivan.

Homenaje

¿A qué sabe el agua?,

le preguntaba a mi abuela Margarita cuando mordía el chorro del caño de la fuente de "La Balsá", la que está junto a la casa en la que cada año veraneaba.

Fotografía del buen amigo Martin Cilleros.
La Alberca, Domingo de Corpus, 7 de mayo de 2015.
Y la mujer, grande, oronda y buena como un pan de dos kilos, me miraba, y yo comía su mirada salaína como si fuera una rebanada de blanca miga untada en algo.

"¡Anda, bebe y calla, que eres un zaleo de mucho cuidado!", me decía Margarita.

Ahora, 40 años después, cuando veo una fuente serrana pienso en mi abuela, y en mis veranos en La Alberca, en la Sierra de Francia de Salamanca.

A veces me pongo un disco del buen amigo Gabriel Calvo, y en cuanto oigo la gaita y el tamboril serrano, o charro, vuelvo a estar en la liquidez del tiempo. Y la música me llega como un chorro perfumado, como un olor de cantuesos por las calles del Corpus, como un puñado de moras negras rebosando la barbilla, como un incienso de días de guardar, como una bolsa de obleas por romper.

Y es entonces, abuela, cuando ya sé a qué sabe el agua: sabe al cónclave de las sombras por las calles serranas, sabe al convite del heno en el cortinal, sabe a la moneda gorda de diez duros de los domingos, sabe a risas de niñas orinando en el corral, sabe a una mosca violinista en la siesta, sabe al borrico del abuelo, sabe a cerezas robadas como se tiene que robar todo futuro, sabe a un platillo de porcelana cascarilleado, sabe a tu flan de los días de fiesta, sabe al bostezo de acero de las campanas del reloj de la iglesia.

Y sabe al imán de la luna de agosto en la noche titilante de grillos.

Y a veinte mil poemas de amor: también.

Pero, sobre todo, Margarita, las fuentes, los caños, los chorros, las aguas todas, me saben a memoria, a silencios de mucho palique en los poyos el ayer, a besos debidos a la fuente de la vida,y a ti en el balcón, descosiendo con tus manos nutricias la luz del atardecer.

Que ya callo y bebo de estas letras,abuela, que ya ves que sigo siendo de mucho cuidado.

Publicado en el periódico digital
Salamanca Rtv al Día.
Miércoles 10 de junio de 2015

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes


La Alberca. fuente de "La Balsá".
 Foto de Pelayo Mas, 1927. Fondos fotográficos del Institut Amatller D´Art Hispànic. 3