miércoles, 24 de octubre de 2012

Apuntes de lectura

Obra de Pawła Kuczyńskiego.

...fortalecido  por una sensación halagüeña de levedad, por una flojera
tan galante que otra vez la vida y el mundo le parecían muy poca cosa:
una serenata con sordina, un poco de pan untado en algo, unos títeres,
 un agua suelta entre unos juncos.

"El mágico aprendiz"
LUIS LANDERO


¿Os acordáis de la excitación de la noche antes de que llegara algo extraordinario...? Podría ser la noche de Reyes, o la víspera de la Primera Comunión, o el inicio de las vacaciones y la partida hacia el pueblo, o que al día siguiente llegaría tu novia en un tren soñoliento, o la incertidumbre de los resultados de aquellas oposiciones o, vaya usted saber, cualquiera de las múltiples esperas que nos han cimbreado la emoción... 

No quiero ser exagerado, pero algo de aquella sensación -como ascuas de un extinto fuego- siento cada vez que me preparo para un viaje especial: el que me adentrará por el territorio de un libro. Tampoco pretendo ser tremendo al decir que dado el esfuerzo, la dedicación y, sobre todo, la osadía que hay que invertir en leerse un tocho de 340 páginas, leer podría ser considerado como uno de los deportes de riesgo.

Y es que a mí el anodino ejercicio de ir siguiendo las filas de hormigas de los párrafos, me sube la adrenalina. ¡Qué cosas!, pensarán los que se arrojan por barrancos y puentes.  

El libro que quiero empezar es: "Absolución" , el nuevo de Luis Landero

Al regreso de nuestros viajes, siempre relatamos a nuestros amigos de todo aquello que nos ha gustado, y yo, que he vuelto de sus siete anteriores obras, diré que es uno de mis escritores más queridos. 

En los quince años en que trabajé de librero, cuando me pedían consejo, siempre terminaba diciendo que acaso había dos tipos de libros: en los que pasan muchas cosas maravilladas y nos da lo mismo como nos las cuenten, y en los que no pasa nada pero nos quedamos maravillados por  lo bien que las relatan. Las obras de Landero entran en la segunda de mi casera clasificación. 

Me gustaba mucho ser librero, y algún día espero contar chascarrillos del oficio. Lo que más me gustaba era cuando recomendaba un libro y la / el cliente  volvía agradecido o agradecida, aunque había veces también que volvían de un humor de perros. "Pero joven, ¿Qué me ha dado usted, buen hombre...?" , espetó en medio de la librería segoviana y de mi jefe una señora muy señoreada arrojándome la prueba del delito. Siempre lo hacía con gusto y dedicación, pero a veces perdía el tino, sobre todo en navidades, cuando por el atropello de trabajo nos veíamos  obligados a recomendar de oficio: que si para el suegro, que si la para la cuñada, que si para, para, para... Así que aconsejé aquella vez un libro del que sólo tenía buenas referencias, y en el que había  textos tan, como decía la señora, encendidos, que yo mismo me acaloré al leerlos, y además no era más que una pirotecnia mercantil. En otra ocasión, y ya no sigo, un joven me pidió un libro para regalar por el Día del Padre, pero, me advirtió, su progenitor sólo leía, y al parecer durante horas, los diarios deportivos en el "water". Afición muy respetable, por supuesto, pero allí estaba yo con el apuro. Hasta que se me ocurrió darle una recopilación de los mejores chistes, acaso porque me parecieron para eso de risa. Tiempo después volvió el padre, encantado, todo hay que decirlo, y en los años siguientes se fue llevando todos los monólogos de "El Club de la Comedia".


Quizá el libro que más haya recomendado, por cientos, sea el primero de Luis Landero: "Juegos de la edad tardía", de 1989 y que asombró a todos y ganó casi todos los premios sin presentarse a ninguno. 
Pero como todo en la vida, no todo sirve para todos, y en cuestión de gustos tan valiosa es una elección como otra, y el tino de las recomendaciones está en intuir, ya que no siempre se puede conocer, el gusto, las preferencias, el estilo de lo que le va al otro. 

Nunca se me ocurriría invitar a alguien sedentario a una marcha senderista por Los Arribes, por muy excelsos que sean allí los parajes y lo mucho que me guste a mí comerme los kilómetros.

Así, la obra de Landero es para trotadores de páginas, para largas caminatas por una prosa sobria,calma, clásica, pero tan zalamera y embaucadora como los ojos de una zíngara.

Cuando vuelva del viaje que inicio por este nuevo libro, espero contar cómo me ha ido. Y empiezo, que ya me estoy tardando en sujetarme los arneses para lanzarme por los escarpados mallos de las letras.



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