El Arte sucede.
James Whistler
El domingo pasado, 1 de junio, el día se despertó liviano.
Según avanzaba la mañana, el sol quería bruñir las cosas con sus manos de oribe, pero alguna nube despistada y un vientecillo fresco y juguetón, hacían que aún anduviéramos con el sayo puesto.
A primera hora se veía por nuestras calles un transitar ligero de gentes con sus trastos. No eran turistas de mirada reposada y zancada dormida, no, sino pintores con sus caballetes, sus maletines de colores, sus sombreros de paja y sus cantimploras de aguas.
El domingo pasado, el zaguán de junio, se celebraba en nuestra ciudad el XVI Certamen de Pintura Al Aire Libre de "La Gaceta Regional" de Salamanca.
Nos cuenta la prensa demediada de esta ciudad que al certamen habían acudido 140 artistas de partes varias.
Eran estos pintores los que se apresuraban por llegar a los enclaves que en días anteriores habían oteado para realizar sus obras. En estas cosas del arte, ocurre que la previsión es buena amiga de la inspiración, y la espontaneidad y las musas hacen buenas migas, sí, como improvisados amigos de farra, pero sobrará que yo cuente aquí como suelen acabar a menudo esas juergas.
Así que cada participante ya había elegido el lugar en el que agazaparse como aventajado cazador durante la jornada para apresar ese "Aire libre" del que nos habla el título del certamen.
Y para cazar el aire es necesario antes apresar la luz. Y para sujetar en un lienzo las cabriolas de las sombras y los claros durante las horas, no hay nada mejor que el color.
Este escribidor vio a los participantes avanzar con sus trastos por las calles,y pensó que en realidad, en vez de caballetes y colores, llevaban un único y gran caza mariposas para atrapar a los volátiles instantes del día. Luego se asentaron por las plazas, por los parques,en las ilustradas sombras de los monumentos, en los puentes de largos romances.
Y la veda del aire quedó abierta.
Ayer visité las capturas de los ganadores y los accésit de este certamen. Se exponen en una bonita sala anexa al palacio de La Salina. Allí se muestran los lienzos sobre las paredes como las mariposas en un álbum de coleccionista.
A los que vivimos en una ciudad nos cuesta años ver los rostros que esta muestra según las variaciones de las luces de cada uno de los meses, de las intemperies estacionales o simplemente de nuestros humores de cada día. Por eso ver juntos los dispares perfiles tan que enseña en un sólo día, resulta emocionante.
Sin embargo, al ver una exposición en la que todas las obras son de un mismo lugar y realizadas en un mismo día, uno se encuentra de repente con el calidoscopio de su propia visión durante tanto tiempo.
En mi caso he visto la Salamanca en blanco y negro de los inviernos pétreos; la estampa casi naif de mis días de adolescencia cuando llegué a estudiar bachillerato; el eléctrico colorido que tomaban las torres en los primeros enamoramientos; el naturalismo doméstico y nutricio del día a día; esa plenitud Zen y reveladora de una mañana que a veces tiene la ciudad;la geometría melosa y catedralicia de nuestras piedras doctas; la fuga al amarillo de algunas tardes del verano después de un beso; el retiemblo de las fachadas de las iglesias en los atardeceres que sacuden tus rescoldos de fe; el olor de las sombras en la permanente calle de la nostalgia en que un día se convierte tu ciudad...
Y la omnipresencia de la nada que de repente sientes en una tarde lluviosa.
Y la omnipresencia de la nada que de repente sientes en una tarde lluviosa.
Y cuando salí de esta exposición, me iba preguntando si no es esto acaso lo que hace siempre el Arte en cada una de sus manifestaciones. Pensaba si no es que yendo nosotros a él con ánimo de caza, no somos los atrapados como mariposas, como un puñado de aire libre quieto al fin en un lienzo.
Sentimos que algo es Arte, sea la que sea su manifestación, cuando en un instante alguno de nuestros sentidos son atrapados.
Y lo sabemos porque una página, un lienzo, una imagen, el alma dormida en una escultura, en un monumento, en un hilo de música, nos devuelve mucho de lo que hemos sido, nos ubica y nos descubre en lo que somos, y nos recuerda y nos empuja hacia todo aquello a lo que aspiramos.
Sentimos que algo es Arte, sea la que sea su manifestación, cuando en un instante alguno de nuestros sentidos son atrapados.
Y lo sabemos porque una página, un lienzo, una imagen, el alma dormida en una escultura, en un monumento, en un hilo de música, nos devuelve mucho de lo que hemos sido, nos ubica y nos descubre en lo que somos, y nos recuerda y nos empuja hacia todo aquello a lo que aspiramos.
Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes
El naturalismo doméstico y nutricio del día a día... Obra sin título de Oscar Herrán Mínguez, Accésit en el XVI Certamen de Pintura Al Aire Libre La Gaceta Regional de Salamanca, 1 de junio de 2014. |
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