jueves, 31 de enero de 2013

Porque está ahí

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

Poema ÍTACA.
Konstantínos Kaváfis.


Lao Tsé, dibujo propio de 1994
Los antiguos chinos decían que: “Un viaje de mil kilómetros empieza a la puerta de la casa”. Se lo había dicho Lao Tsé, si no me equivoco, que como ellos era antiguo y chino. 

Pero también les dijo que: “Sin salir de casa se conoce el mundo”.


No son frases contradictorias, aunque una la firmarían de buena gana los sedentarios, y la otra los “culos inquietos”. 

Son complementarias, en el sentido taoísta con que el físico danés Niel Bohr eligió su lema para el escudo de caballero de la Orden del Elefante. “Contraria Sunt Complementa”, puso el científico en una banda encima del conocido círculo rotarorio y blanquinegro del ying y del yang.


Lo que tienen de común las anteriores frases son su invitación al viaje. 
Y sobre los viajes va esta estrada, y no de filosofías queridas como la de Lao Tsé. Así que dejamos al viejo del Tao en la grupa de un búfalo en su viaje, viendo cómo las mariposas aleteaban para que preparar temporales a miles de kilómetros.


Hay una publicación que resolvió de manera moderna, la aparente contradicción. Se trata de “National Geographic”, que nació del sedentarismo inquieto de una pandilla de amigos el 27 de enero de 1888. Así que aquel día plantaron el primer pie en la historia, y se propusieron llevarles los misterios del mundo, por unos pocos centavos, a los que eran más de plantar sus posaderas en un mullido asiento.

Portada de la edición de enero de 1915
Fuente: Wikipedia.

Ahora se celebran los 125 años de tan emblemática publicación, cuya edición en papel no deja de aumentar su tirada. 

Desde que la descubrí en mi adolescencia, he sido bastante fiel, y pocas veces he desdeñado esperar en el andén del kiosco para embarcarme en los viajes que me proponía.


Y es que el papel u otro material editable, siempre ha sido un excelente soporte para el viaje. No sólo para los mapas, no únicamente para los portuarios medievales ni para aquel primer Mapamundi dibujado entre 1457 y 1459 por el monje Fra Mauro, y que por su increíble precisión demuestra las dos frases taoistas con las que empiezo este escrito: que desde un gabinete veneciano se puede conocer los miles de kilómetros del mundo, y que para hacerlo sólo hay que empezar una línea con el lápiz.


Y por una letra se empieza un texto, por una palabra la maravillosa odisea de Ulises y por un párrafo las mil y una noche de embeleso y salvación. Por una página comenzó Marco Polo a surcar mares, desiertos y montañas, por un capítulo, y desde una celda castellana, Cervantes comenzó a mostrarnos el alma de España.


Boceto de dibujo propio para la  Cabecera de este Blog :YO VOY SOÑANDO CAMINOS

A mí siempre me han cautivado los viajes, y me hubiera gustado formar parte de aquella pandilla que forjó el “National Geographic”, más que de la pandilla de  ”Los Cinco” de mi niñez. Pero al igual que un chiquillo se sube a un taburete para llegar a lo alto de la alacena y robar en la lata de las galletas, yo me he aupado sobre los libros y revistas para viajar más de lo que lo he hecho.  


Pero en mi juventud, allá en el pueblo, allá en Sequeros, formé parte de una pandilla exploradora.

No descubrimos las ruinas del Machu Piccchu como hizo el “National Geographic” en 1911, pero pasamos por muchas montañas todas llenas de las gradas de los bancales que, ahora sí, están en ruinas. No llegamos al Tíbet, pero subimos hasta el santuario de la Peña de Francia y lo que vimos nos pareció sagrado. Hicimos caminatas hasta el Monte del Castillo, en la Sierras de las Quilamas donde no hayamos más que un reguero de piedras de la vieja fortaleza y un viento susurrante de viejas leyendas moras. 

Exploramos las minas romanas no lejanas al pueblo, e hicimos muchas leguas  para conocer los Castillos de Monleón, de Miranda, de Granadilla. No descubrimos las fuentes del Nilo, pero sumergimos  nuestra juventud en muchos ríos: en el Francia, en el Alagón, en el Cuerpo de hombre…en muchos riachuelos, y bebimos en cada una de las fuentes de los lugares en los que entramos.


Recuerdo haber visto un día un lobo y sentir el ancestral miedo que el hombre le tiene. Recuerdo una tarde mística en las ruinas del abandonado convento de Gracia de San Martín, y la extraña cercanía que me aportaban las “Cabras pintás” del Valle de las Batuecas.

Chema, Antonio Ángel y yo en el Valle de las Batuecas.
Año 1988.
Éramos unos pocos inquietos que andábamos de acá para allá. 

Éramos José Carlos, alias Lucas, alias “El de la Mochila”, estudiante de Geografía e Historia en Salamanca y el que nos guiaba con los mapas cartográficos del ejército. 

Era también Chema, que tenía un caballo, pinta de vaquero yanqui,  y era exquisito fumador de Camel. 

Era Toñito, que nos traía de la ciudad lo último de ACDC, música buena para incendiar las noches en las Cabezuela. Era Agustín con su insobornable optimismo, era Tote, era Juan Luis, y Fernando y Antonio Ángel con su buena predisposición para todo,  y  otros que se me han perdido en los senderos  de los años.

Era la vida, era nuestra juventud, eran nuestras andadas para descubrir lo recóndito que la vida esconde en cada generación.

Sharbat Gula, muchacha afgana.
Fotografía de 
Steve McCurry 'spara National Geographic.
1985.

Acaso ninguno encontró nunca chica con los ojos de Sharbat Gula - la muchacha afgana que un día fotografiara Steve McCurry 's para la portada del “National Geographic”- pero todos supimos de la belleza y del  espanto que provoca la mirada del amor.


A menudo nuestras madres, o los otros muchachos del pueblo, cuando les hablábamos de nuestras próximas rutas, no decían que para qué, que para qué tantas fatigas para entretener los días. 

No conocíamos la frase con la que respondió Mallory cuando también le preguntaron que para qué subir al Everest. El dijo: “Porque está ahí”, y acaso nosotros sin decirlo y sin saberlo, nos respondíamos lo mismo.


Luego cada uno hubo de seguir en solitario el camino de verdad. Algunos dimos el primer paso que nos alejó de casa para siempre, otros se quedaron en el pueblo mirando el mismo horizonte, oyendo el rumor de la misma fuente, y se hicieron irónicos y sabios como viejos taoístas.

Algún verano nos volvimos a sentar en los poyos de la plaza, y acaso hablamos de nuevas excursiones, de seguir viendo humildes maravillas de nuestra tierra, del mundo que, como  siempre estaban ahí.


Pero nunca más, pues los que ya no estábamos éramos nosotros, los que fuimos.


Entonces hablábamos, y en nuestros silencios, descubríamos cada uno en el otro los sueños sumergidos, allá, en el océano de lo vivido, como un día descubrieron  las ruinas del Titanic. Y es que los sueños que metemos en las mochilas de la juventud son como aquel buque: exagerados y descuidados con lo imprevisto.


Mallory pereció en su intento de ser el primer hombre que coronase el Everest. Falleció en 1924 a  metros de la cumbre y tal vez no la coronase nunca. Hay quien le concede esa gloria; algunos pocos que se la niegan. Si subió la montaña, nunca la bajó, pues entre las nieves se quedó 75 años, y en cuestión de montañismo, es un detalle importante.


Que diga que el viaje es una alegoría muy adecuada para la vida, no dejará de sonar a trillado.


Hace poco me he enterado de la muerte de uno de aquellos compañeros de caminatas serranas. Puede que haga más de un año cuando vi a Chema por última vez. Fue en la ciudad, donde comenzó a venir a menudo por asuntos médicos. Le habían diagnosticado cáncer. Un par de meses antes había estado con él en la plaza de Sequeros fumándome con parsimonia rural uno de sus camel, hablando y callando también de nuestras cosas.

Es la muerte, ésa que echa el primer paso de su viaje con nosotros con nuestra primera bocanada en el mundo, e incluso antes, ya en el vientre de nuestra madre. 

Es esa que habremos de conocer sin salir de casa, pues como relata uno de los cuentos más antiguos que se conocen, nos viene siempre a buscar. 
El cuento es cuestión dice más o menos así:

<< Un criado comenzó a volver al palacio de sus compras en el mercado de la ciudad con mucho temor. Su señora se lo notó y le pregunto la causa. "Cada día veo a la muerte que me mira fijamente entre los puestos", respondió el hombre. La señora, para tranquilizar a su criado, le mandó a otra de sus casas en Bagdad. El criado tomó un caballo y hacia allí cabalgó. La señora se fue ese mismo día al mercado y al hallar a la muerte le inquirió por ese acoso a su sirviente. “No era acoso-dijo la muerte- sino asombro, pues me era raro verlo aquí cuando tengo una cita con él en Bagdad esta noche…”


Ahora que voy descendiendo la montaña de este escrito, pienso en Chema y en otros que me acompañaron un trecho en el camino, y en la efemérides de los grandes caminantes del “National Geographic”, y en Lao Tsé, y en el recuerdo que es ese mapa maltrecho con que  uno intenta seguir la ruta.


Y en fin, poco me queda que añadir.

Que me quiten lo andado y lo  pedaleado. Que sigo la excursión de este blog. ¿Por qué, y para qué?, me dicen algunos. Porque –respondo- como ha de decir todo escribidor que quiera seguir siéndolo, tú, lector, estás ahí.



Tengo para mí que el viajero
busca siempre la maravilla lejos de casa,
cosa que acaso sea una quimera,
como acaso le ocurra a todo artista,

o acaso no...

Ilustración propia,
con recortes publicitarios de revista.


1 comentario:

Un serrano dijo...

Gracias Angel por acordarte de Chema