martes, 11 de diciembre de 2012

Bienvenidos al fin del mundo


Sólo el cambio permanece.

HERÁCLITO DE EFESO




Ilustración de Pawła Kuczyńskiego
¡Qué alivio que mañana se va a acabar el mundo!

Qué alivio también que el acabose te lo den hecho, listo para usar.   

Qué bueno, he de añadir, que nos llegue con el adobado prestigio de una predicción milenaria.



Qué descanso no  tener mañana que hacer la cama, ni la comida, y qué triste asistir en primera fila al gran desahucio de todo quisqui de ésta nuestra casa. A lo peor, digo yo, me gusta ver cómo la existencia de los grandes banqueros y la de los intrigantes de la economía mundial, cobra un gran salto; un gran salto de balcón, quiero decir.

Pero retiro lo último, para no ser morboso.

Mañana es doce del doce del doce, y a la vida en esta tierra le va a dar por expirar como un gran tiranosaurio rex. Lo dijeron los Mayas, que eran gentes se supieron mucho de extinción. 

Creo que lo dejó  escrito también Nostradamus, y esto amig@: esto ya es otra cosa. Me cae bien el francés, aunque yo no sé si no tenía  un mucho de mala leche para dejarnos los galimatías que nos dejó, pues vamos a ver:  si yo veo que  a alguien le va a caer un ladrillo en la cabeza, pues voy y se lo digo para que se quite, y no le ando con acertijos. Claro que entonces no hubiera pasado de ser un buen ciudadano y se le hubiera mermado la gloria oracular.

Y es que eso de la gloria secular, eso es de lo más morboso a lo que se puede optar.

Pero para saber que el mundo se acaba, que la vida expira como gastada licencia, para eso no necesitaba yo de avisadores excelsos. Me basta con respirar cada pocos segundos y sentir el tic-toc del corazón para comprender el cierto sortilegio de que ya me queda menos, y que lo que fue hace un segundo: ya no es.
Me basta leer también  a algún poeta calámbrico que diga que: “La muerte se está fumando mis cigarrillos”, ó : “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, o cosa similar e inspirada.

Y ayuda mucho que, como ayer, el Ministerio de Empleo te mande una cartita. Es su anual campaña de, como reza en el sobre, “Informe de comunicación a los trabajadores”. En la carta me llegaba la hoja de mi “Vida Laboral”. Ahí se me indica que tengo cotizados 24 años, y se me explica de manera parca y muy clarita, las fechas de bautizo, los racimos de años en cada empresa, y la fatídica data de defunción de cada contrato por las que llevado  mi reptil existencia laboral.  

Todo muy claro, como es de desear, pero para mí la hoja tiene el  misterio del más recóndito  manuscrito de Qumrán. Ir leyendo sus noticias resulta una labor de arqueología, de desentierro de experiencias de las que uno apenas se acuerda. También es un entretenido rebusque de piezas rotas para recomponer una vasija etrusca, o mejor celtíbera, en mi caso. Pero es inútil el intento, pues hay piezas que no se encuentran,  las de los trabajos que hube de hacer  filiado únicamente en la caja de recaudos, poco segura y nada  social, del viento.

Medios mal que me llegó la comunicación, pues así recordé que mañana - doce del doce del doce - tengo que pasarme a sellar mi cartilla del Paro. Y también es mala pata tener que estar en la larga cola de la Oficina de Desempleo, el día que finaliza el mundo.

Cartel de creación propia , diciembre 2011.
Que no falte el optimismo.
Y qué iluso, que no sé, o no quiero saber,  que la vida, tal como la he conocido y tal como la he consumido, se ha acabado y tiene aún su muerte mullida. Me refiero sobre todo a la “Vida Laboral”, pues de las otras sería muy complejo extenderse ahora.



Recuerdo que hace años un amigo, profesor, y que no necesita de tal nombre para decir que es sabio, me dijo que muchas de las cosas que habían conocido las generaciones  inmediatas, desaparecerían. Entre ellas me citó el “Amor para toda la vida”  y “El trabajo fijo”. Pero como me lo decía tan claro, tan tomando una caña, sin artilugio incógnito, pues que como se lo discutía. A lo mejor era  porque por entonces tenía yo la vida inacabable del amor, y, desde luego, largo trabajo y fijo.

Así que el cielo se ahorre llamaradas de fuego y escupitajos helados para fulminar a este varón de 46 años, con treinta y tantos de experiencia, aunque no toda computada, con estudios medios y realizados cómo se ha podido, y con vocación literaria. 

Sí, que los tiempos recojan sus bártulos de extinción, que de extinguir a este numerario de múltiples oficios  ya se encargará la economía global, las  centurias de  La Bolsa, los conjuros de la Deuda Externa,  su fecha de nacimiento en el DNI, y algún que otro ratio y grafía apocalíptica de las que manejan los entendidos en hacer todo incomprensible.

Y ahora, entre nosotros, ahora que no nos oye el pretendiente a escribidor, él mismo también contribuirá a su extinción, y no en tacaña cuantía, con sus errores y sueños locos.

Os diré, en confidencia, que cuando ingresó el hombre en la cola del desempleo era una primeriza mañana de primavera, y que aguantando su eslabón en la fila,recordó la escena de la película “Full monty”. Pero que al escribidor no le dio por bailar, sino por tomar aquello como una oportunidad. Se observaba a sí mismo con los papeles en la mano y se decía que esperaba allí para recibir una beca del estado. Y que con esa dávida que recibía, se formaría, se haría mejor profesional para volver a la primera línea de fuego laborar, a la gran trinchera del día a día del curre, y desde allí ayudar a ganar la batalla de la riqueza del país, como había hecho durante tantos años. 
Así que se puso a hacer cursos, y sintió alivio porque no fuesen, como tantos que había hecho, después de la jornada, de 20 a 23 horas en espesas aulas nocturnas. Le gustaron mucho las carteras, los blogs, los bolígrafos y los textos que le entregaban en los cursos aquellos,  y las palabras de l@s profesores también, y aprendió mucho de las experiencias de sus compañeros.

Logotipo de creación propia para clase de curso laboral,
Noviembre de 2011.Con este sello se editaron,
 de manera artesanal, tres libretos de relatos.
Y sí, se decía, todo tomaba poco a poco un aire inaugural como deben de encontrase los renacidos. Acaso era esa mejoría de vísperas del moribundo de la que hablan las enfermeras, pues la crisis arreciaba e iba sembrando cierres por doquier. 

Y :"De lo mío qué...", preguntaba al mundo a menudo. "Y de lo tuyo nada...", le respondían cada vez. Pero ni de lo suyo, ni de lo del otro ni de lo del más allá...



Nadie sabe cómo arreglar el panorama que tenemos en estos tiempos, y este escribidor no será  quien  acierte a  aventurarlo. 

Tal vez la solución se guarde en la grafía de algún oscuro libro, o tal vez el ladrillo nos dé de nuevo en la cabeza.
Puede que el mundo expire mañana, una vez más, para seguir siendo, para hacerse la remuda bífida de su piel. 

Ilustración de Quint Buchholz .



Sea como sea, ocurra lo que ocurra, pasado mañana no nos quedará más que lo de siempre: seguir aguantando apocalípticos pronósticos, y sobre todo,inventando cotidianas piruetas para no caernos de la cuerda, de esta vida en la que de un modo u otro, todos estamos de inquilinos.



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