viernes, 12 de diciembre de 2014

Un retrato de familia

Ya pasaron los días de beatífico puente en el que cada año, el 6 de diciembre, celebramos la ratificación de nuestra Inmaculada Constitución. 
Treinta y seis los años que ha hecho la criatura esta vez. Algunos recuerdan que su nacimiento no fue fácil, que por aquel entonces, nos dicen, los ángeles anunciadores andaban tartamudeando  por las esquinas políticas una veces, mudos, o con afónica voz de cuarenta años de escarcha, otras.
Carteles con algunas de las posturas de los partidos políticos ante el referendum del 6 de diciembre de 1978.
Composición propia.
Pero todos sabemos que se concibió en una suerte de misterio mariano, se gestó y  vino al mundo un frío día de diciembre. Luego, en el pesebre de los dos leones la amamantaron, celebraron los graciosos gateos por el hemiciclo, sus esforzados intentos de ponerse en pie por el “Pasillo de los pasos perdidos”, y escucharon sus primeros balbuceos. Pero gentes había que no la querían bien, y un día entraron en la casa  de todos dispuestos al deshaucio.
Era por 1978,ya lo sabéis,  yo era un crío, y algo me acuerdo de los coches que llegaban al pueblo con músicas en los altavoces. Qué bonitos los estribillos aquellos: “Habla, pueblo, habla…”, “Libertad, libertad, sin ira libertad…”. Sí, que pegadizas las letras que me destiñeron las que animoso coreaba en la iglesia parroquial: “Una espiga dorada por el sol…”. Las motorizadas voces volaban por las calles pregonando palabras que no encontrábamos en  el diccionario Iter de Sopena: referendum, constitución, democracia, refrendo…Pero sonaban bien; convocaban como el metal batido de las campanas en los convites. Así que nosotros, la chiquillería del lugar,  corríamos a la plaza donde paraban los de las chaquetas de pana, todo por ver si como en los bautizos nos echaban peladillas grandes, caramelos, perruniñas, duros gordos y flacas pesetas.
Yo no sé si entendíamos algo por entonces, pero el caso es que en aquellos días se nos estaba apadrinado políticamente, bautizando como generación.
Ocurre también, que hace unos días, el pintor Antonio López ha entregado el retrato realista de real familia devenida en familia común por obra e inspiración de los pinceles del de Tomelloso, de los avatares judiciales y de los políticos. Se habla, y se calla, según la feria, del tiempo que le ha llevado rematar el cuadro, pues en esto, al parecer, 20 años sí son algo. También se comenta del ruído que pueden armar la calderilla de 50 millones de monedas rubias como maduros membrillos, que el artista manchego pidió para adelantar musas, y es que, con la humildad pasa lo mismo que con la hermosura: que uno nunca tiene la que se piensa.
Presentación de la obra de Antonio López "La familia de Juan Carlos I",
1994-2014. Madrid, Museo de El Padro, 3-XII-2014.
Yo no sé qué decir, pues la obra del maestro me agrada, y de esta, casi todo: la atmósfera de discreción cromática que como los trajes gris perla da mucho empaque; la composición de un aquí te pillo a la salida de misa mayor de domingo; la profundidad plana del fondo, muy conveniente a lo que tendrá que atravesar las intemperies de la historia; las comparaciones oblícuas con "La familia de Carlos IV" del de Fuentedetodos; la simetría rota y fecunda del abrazo a la hija con el del cuadro de Goya, y esa luz alcalina que tan bien se le cae a López  en las cosas de Madrid.
"La Familia de Carlos IV" de Francisco de Goya , año 1800.
Museo del Prado, Madrid.
Y en cuanto a si es realista, hiperrealista, sicologista..., o vaya usted a saber, no me importa, pues como entendí de otro maestro de la pintura, Modesto Trigo Trigo , todo lo que se crea es interpretación,distorsión especular por mucho que se afinen los pinceles, y al cabo ilusión, arte cisoria de la realidad impuesta, y por todo ello, siempre la obra contiene más verdad, y más mentira, que su modelo.
No sé qué decir, digo, pero diré que la brochada de tiempo en este cuadro me parece larga, y que con los 300.000 € de su coste, muchas serían las plazas de profesor de Bellas Artes a crear en las masificadas aulas, y numerosas las toneladas de material escolar para los niños en Plástica, e incontables las musas a despertar en los estudiantes con becas que olviden la mendicidad.
Pero en fin, no seré yo el que logre esclarecer ahora los misterios teologales del mercado, ni de las artes, ni  los más eucarísticos de la política.
Tan sólo me quedo  remirando la obra como  si me concerniera, como quien encuentra en una lata una vieja foto de familia y en ella estuviera el patriarca que un día nos llevara a conocer el hielo de la libertad.
Aunque también uno no puede evitar sacarle a cada retratado las mondas de sus historias.

Y se quiera o no, este cuadro quedará como uno de los retratos de familia de una época, la nuestra; la de los que tenemos la misma edad que Felipe VI.
Pienso, para terminar,en  cómo valorarán los tiempos venideros los años que hemos transitado desde que cantábamos aquellas bonitas canciones, y de los cuales, quien más y quien menos, ahora se siente un tanto  transido.  

Artículo de opinión aparecido en
Salamanca RTV al Día, periódico digital
de la provincia de Salamanaca el 10-XII-2014.
Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes

Posdata: Lo que definitivamente no me gusta en esta obra  es el ramito de flores. Por lo cursi, y socorriéndome de un símil que ya he puesto, porque tal y como está la cosa, queda como un chorrito de sulfúrico en pila bautismal. Y digo yo, que puestos a echar tiempo al asunto, mucho se ha tenido para quitar lo que nos llega como un chirrío.
 
Collage, interpretación propia de la obra del maestro Antonio López.

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