martes, 31 de diciembre de 2013

Donde da la vuelta el año



Con apostillas del 11 de enero de 2014.


Me gusta que los ediles y diligentes munícipes, pongan por las plazas de las ciudades monumentos a sus ilustres ciudadanos de todo tiempo. 

An architect, 2013,del estupendo ilustrador Ceslovas Cesnakevicius .
Podeis ver su obra en facebook: 
 https://www.facebook.com/cesnakevicius.art
(No consigo poner el enlace directo a su página)

Así, por ejemplo, puedo recoger cualquier día a don Miguel de Unamuno al pie del convento de  "Las Úrsulas" , y llevarlo a pasear por la ribera del Tormes, o a callejear un poco con este humilde escribidor.

Otras veces recojo en la plaza de "Los Bandos" a doña Carmen Martín Gaite, y en ocasiones me voy de parranda literaria con el Lazarillo del Puente Romano, procurando, eso sí, despistar al Ciego, que éste se gasta muy malas pulgas, aunque enseña mucho, eso sí...


Dibujo propio del
monumento en bronce
a san Juan de la Cruz
en Segovia,
Obra de José María Moro.
En los años en que vivía en Segovia, recogía a la salida de la ciudad a Juan de Yepes. El fraile flaco salía de la santidad metálica y altiva del monumento que le hiciera mi buen amigo, el compañero de algún chato de vino, el escultor admirado y gran artista de la vida, José María Moro. Y me bajaba con el santo resucitado en mis pensamientos -prodigio común que obra cada lector- hasta la alameda del monasterio de "El Parral". Ya por allí, por el gran regazo místico del río Eresma, me contaba de sus arrebatos místicos, del mosto de la granada, de las fuentes que manan el agua pura y de otras cosas intransferibles...pero también de las cosas mundanas con las que todos hemos de bregar en este mundo






Jose María Moro,
 pintor, escultor, profesor y artista de la vida.
Madrid 1933 - Segovia, enero de 2012.
Pienso ahora, que de modo similar hubo de hablarle el bueno de Juan, allá por 1970, al cantautor Amancio Prada, cuando le susurraba en sus cavilaciones, para que el músico berciano compusiera su precioso "Canto espiritual".

Otros días, era Agapito Marazuela quien se desprendía del metal de su estatua, que también hiciera Moro, y me daba unas charlas sobre las raíces de nuestra tierra, y unos conciertos de dulzaina por los parajes de "Las Lastras" que eran una delicia.




Durante dos años viví en Oviedo, en el tiempo temprano de mi vida, aquejado de adolescencias varias y en amores encendido, como acostumbra esa edad. Así que intenté sin éxito despertar al monumento en bronce de " La Regenta". Pero doña Ana Ozores no estaba por los torpes reclamos de un mozuelo, pues, como más tarde me enteraría en las páginas que nos dejó don Leopoldo, esa mujer era más de canónigos bien horneados en los fuegos de la pasión.



Dibujo propio del monumento a
Miguel de Unamuno en Salamanca.
Noviembre de1990.

Pero el tiempo, que a todo enseña menos a sujetarle para siempre su carrera desbocada, me fue enseñando a sacar partido de los egregios "momumentados".

En una visita a Lisboa, mucho aproveché la mañana charlando en el barrio de Chiado con la sedente figura de Fernando Pessoa.  Siempre me quedará la duda de si realmente hable con él o con sus otros...o con todos ellos a la vez, por la cantidad de cafés que hube de pagar en la terraza donde me senté.

Ahora, en Salamanca, cuando voy con Unamuno charlamos de muchas cosas que el tiempo ha vuelto comunes, aunque siempre paralelas, y siempre termino por preguntarle: "Y usted, don Miguel: ¿Qué opina de estos tiempos nuestros?" .

Pero él calla, como queriendo decirme sin impartir cátedra, que cada tiempo lleva lo suyo. Y yo sigo a lo mío, que es sacar provecho, para el mío, de los pensamientos del gran hombre que me antecedió por estas rúas: 

"¿Qué les diría usted a estos políticos si estuviera en sus consejos de ministros tan "sobreaconsejados"...?". 

Y él sigue por un tiempo en silencio, para terminar siempre diciéndome:

"Mira hijo: que yo ya no me enredo en política, que ya ves la que me pasó aquella vez en el Paraninfo...".

Pero en realidad no creo que el bravo de don Miguel de Unamuno se achicara ante ninguna situación. 

Y en las suyas seguiría aquel último día del infausto año de 1936 en que murió. En las suyas, sí señor, contra los "Hunos" y los otros, y que ahora son las "nuestras", al menos de la gran mayoría. 

Miguel de Unamuno en la balconada
de la última casa que habitó en
Salamanca.
Foto de Cándido Ansede,
circa 1933.
Y cuando llegó la medianoche, allí donde da la vuelta el año, como diría otro monumental conciudadano salmantino, don Gonzálo Torrente Ballester -que también tiene su sedente y tertuliano bronce en un café de nuestra ciudad- no escuchó don Miguel el sonido de ninguna campana que saliera del "Alto soto de torres" de su Salamanca.

Y aquí nosotros ahora, convocados una Nochevieja más, embalconados como el viejo Rector, asomándonos a la calle de nuestros días, encaramados en las torres de nuestra esperanza, oteando como vigías hacia el nuevo año de promisión; emplazados, llenando las plazas con la expectación de que esta vez sí: de que esta vez las campanadas que oigamos a medianoche, como el Falstaff de su "Saquespeare", serán las buenas, las definitivas para el despegue, el anuncio de tiempos nuevos de progreso, de crecimiento y creatividad...

Sí, ahí estamos todos cada año, en la gran plaza del instante, reemplazando los monumentos que alzamos en el año que se retira, y levantando las estatuas nuevas a la ilusión y a los proyectos.

En esa hora estamos todos, mirando ávidos la gran pupila de la esfera del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, o del que se acostumbre, por ver si esta vez el que llega nos mira risueño a nosotros y a lo nuestro.

Que sean esas las campanadas que oigas, no sólo hoy, sino cada noche, es lo que te desea este campanero escribidor...

Y que como hace el fabulador de este post, que en sus paseos quiere despertar a las estatuas, mantengas vivos el entusiasmo y la energía para llevar a cabo tus proyectos recién nacidos.

Sí, porque muchos días trae el año bajo el brazo, y en cada uno suenan las campanadas a medianoche. Pero  que no sea sólo en uno cuando repliquen en nuestros pechos noche y media rumiando augurios, velando para que no se apaguen pronto, como pavesas, los sueños...

¡ Que el 2014 te sea propicio!


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