jueves, 14 de noviembre de 2013

Lo que hay, por lo que falta...

Cuando falta la fantasía,
hasta la verdad se inventa.
Antonio Machado


Fotografía de Albert Camus,
por Loomis Dean.
Llevo tiempo pensando en una frase que escucho a menudo.

¡A qué cosas tan disipadas se dedican estos soñadores y escribidores a tiempo parcial!, pensará el malpensado y pagado de sí que por acá se acerque sin quererse acercar.

Pues verá usted – comenzaría a  responderle yo de manera pausada-, esto es mi blog, y aquí pasan estas cosas, vamos: las que yo quiero y creo que quieren mis lectores- continuaría, cogiendo ya un poco de carrerilla-.

Es que no ha leído usted arriba el subtítulo: “Creación y opinión literaria en marcha”, -seguiría diciendo al ritmo de un encierro taurino-, así que si no le gusta  (aquí ya la cornada): ¡Ea! Ahí tiene la puerta, perdón, digo la tecla “Escape”, “Salir” o la que usted quiera, que esto es lo que hay…

Lo veis...Habéis visto lo socorrida que es la frase “Esto es lo que hay”.

Pues ésta, la que se dice  en todas partes y ante cualquier cuestión, es la que llevo escuchando a la menor en los últimos años. Cinco palabras envestidas de tremenda potestad que zanja cualquier tema, y en las que este soñador de caminos nuevos, piensa al hacer la entrada de hoy.

Fue la semana pasada la última vez que me las dijeron. Llegué a una oficina bancaria para hacer una humilde gestión de recibos. Una empleada atendía en el mostrador a un único cliente, así que me puse tras él y esperé a que acabara. La cosa se alargó, y detrás de mí empezó a fraguar una cola. Cuando quedó libre el mostrador me acerqué, y la señorita me pidió la papeleta de mi número. ¿El número…?,dije sin saber qué se me decía, “El número” me decían y redecían los de la cola. “El número que hay que sacar ahí”, me dijo una elegante corbata que se valía, para hacerse notar, de un  trajeado hombre que debía ser un empleado de la entidad internacional.

Llevo aquí quince minutos, y cuando llegué no había nadie, y yo no sé nada de números. Entonces la empleada me señaló un cartel pegado en la pared; en aquella pared llena de carteles pegados, que vamos, aquello parecía una calle de Río de Janeiro en su carnaval. Así lo dije, y añadí que yo no me fijaba en la publicidad y el hombre secuestrado por su corbata, el repeinado del traje, me miró de arriba abajo, como no queriéndome mirar, y pesaroso por tener que mirar a uno de aquellos con los nimios recibos en la mano, uno de esos a quien no va dirigida su exquisita cartelería de publicidad financiera.

Dije que era de sentido común que pasara yo, aun sin papelito, vamos, que era de sentido común (aquí omití lo de que el problema es que ése sentido, es el menos común de los sentidos), y la empleada me dijo la frase a la que me vengo refiriendo, y se acabó.

Y qué nos quieres decir con este sucedido, pensará otra vez el pragmático malpensante del principio, que puede que no se haya ido y ande por aquí a ver qué pasa.

Vale: que se quede. Pero que no me reviente el post.

Y a lo que quiero llegar, no es a lo que hay, que de sobra lo sabemos los españoles de a pie en estos tiempos revueltos, que están resultando de mucha ganancia para los pescadores de  siempre. Y un poco a lo que falta, que, ay, aquí iba a estar yo si supiera todo de lo que adolecemos…

Son tiempos de recortes en este país, de tajazados bestiales dados sin compasión (porque esto es lo que hay), en tantas áreas vitales para el común de los vivientes, que pronto andaremos todos medio tullidos, como en un videoclips de zombis.

Hay leyes imperiosas, determinantes,  que se nos imponen, como la Gravedad, que dicta que todo caerá al suelo por su propio peso.
 Hay efectos de la intemperie que condicionan: el viento, la lluvia, el sol, los seres vivos, que pujan por derruir cualquier obra que queremos construir.
Pero también hay fuerzas intangibles como la imaginación, el pensamiento, la fantasía...
 y éstas se adquieren con la Educación, y se
forjan con la Cutura.

Son tiempos de joderse, como nos dijera aquella maja diputada ( y que lo sigue siendo porque esto es lo que hay), de familia tan Fabril del este de España, la de tantos votos de Fabrícios agradecidos, y cuyo patriarca Fabricó un bonito aeropuerto en Castellón donde no aterrizaban ni los aviones de Playmobil.

Son tiempos de volver a la literatura, a los argumentos realistas, y dejar los de ficción. Y esto no porque el Ministerio de Cultura haya hecho certeras campañas de incitación a la lectura, no, ni haya puesto fin a la anemia de las bibliotecas, los cines, los teatros, los museos...No, tampoco por esto. 

Sino porque estamos casi todos en los primeros párrafos del inicio del libro de libros en español: “ Don Quijote de la Mancha”. Sí, en casi todas las casas tenemos, como dijera don Miguel: Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos…”.

Ay, señor Cervantes, podríamos decir, qué ligero, qué suave nos lo fía usted; que duelos, duelos son todos los días, y quebrantos cada fin de mes, y lo del palomino de añadidura… mejor vamos a dejarlo.

Y esto, y otras cosas que conviene olvidar,  son lo que hay.

Uno de los recortes más sangrantes que este gobierno está haciendo es con la Educación, y con la Cultura en general. 

Y ya es tiempo en esta entrada de que me acuerde de un hombre sencillo, un literato artesano, un pensador honesto, un rebelde entrañable que se saltó lo que había en su tiempo y pasó de sacar el numero y ponerse a la cola. Su tiempo también que se las traía, como casi todos, y es que los tiempos tienen la mala costumbre de llegarles casi siempre a los hombres, medio desarropados, y con una mano delante y otra detrás.


Me acuerdo  ahora de Albert Camus; me acuerdo más de lo que siempre me he acordado porque el día siete de este mes hizo cien años de de su nacimiento en Argelia. Acaso también me acuerde porque quedó de muy tierno huérfano de padre, como yo, o porque muriera a los 46 años, los que visto, calzo y paseo pensando en lo que nos dejó, en este momento.

Pero todo el mundo se está acordando de él porque con apenas 44 ganó el premio Nobel, porque si no, dada su condición de advenedizo entre la intelectualidad de la época, hoy, quién sabe si sabríamos de su nutricio y campechano pensamiento.

¿Qué pensaría Camus de nuestros días? Qué nos diría la sagacidad de su pensamiento.

Unos bucólicos árboles a la vera de una carretera diseñada en época napoleónica, cerca del pueblo donde se había comprado una casa y que dicen es el más bonito de Francia, acabaron con su vida; pero no con la viveza de su obra. Qué nos puede decir la obra de aquel niño “pies negros”, hijo de madre mallorquina, viuda temprana, humilde y analfabeta, que si embargo le enseñó el idioma español,  el francés y la  lengua callada y salvadora de las madres.

Eso es lo que había en aquella época, y por la lógica de la frase que ya sabéis, en eso se hubiera quedado. Pero fue, mal le pese a este Ministro de Educación que tenemos en España, gracias a las becas que  progresó el niño Camus, y a la motivación de sus profesores, y a la propia fantasía de aquel chaval.


Caricatura de Antonio Muñoz Molina,
 por Manuel Madrid Delgado.
He buscado el discurso que pronunció Antonio Muñoz Molina en la entrega del “Premio Príncipe de Asturias de las Letras” del pasado octubre. 

Antonio: otro niño de pueblo sojuzgado por lo que había, y que gracias a la educación y a sus maestros, saltó  con la pértiga de su pensamiento e imaginación, por encima del muro de la limitaciones establecidas por decreto mundi, hasta llegar a ser uno de nuestros mejores embajadores de Cultura y Educación.

Antonio, como hiciera Albert Camus en la academia de Estocolmo, dedican abiertamente sus discursos a los que les dieron la palanca para mover el mundo que había cuando llegaron: sus maestros y las becas que les consiguieron. 

Y acaso leyeron solo para ellos el callado agradecimiento a los que les insuflaron los sueños de cambiarlo: las voces flacas de los amigos, los libros, los largometrajes en oscuros cines de barrio, una música en un templete de plazuela, la garra de la mirada de una actriz sobre el escenario...


No recorten la Educación, no ahoguen la Cultura, señores políticos, gentes pragmáticas y de cuentas ajustar para salir en la foto.

Que sí, que ya lo sabemos porque todavía hay periódicos: "Esto es lo que hay"... Pero miren bien ustedes, que en ellas están gente menuda construyendo, con tesón, pasión y fantasía, el mañana que habremos de ver.

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